La mirada y la interpretación de Oscar Andrés De Masi, arqueógrafo

viernes, 30 de junio de 2017

UNA PLACA "PATRIMONIALISTA" EN EL CEMENTERIO DE LA RECOLETA (Y UNA HISTORIA PATRIÓTICA DETRÁS DE LA PLACA)


Quienes frecuentamos el estudio del patrimonio funerario argentino apreciamos el valor informativo de las placas adosadas a los monumentos sepulcrales y sus textos epigráficos. El vasto repertorio de estos últimos recorre, desde la elegía pagana hasta la plegaria cristiana, desde el homenaje institucional hasta la evocación intimista, desde el desconsuelo hasta la esperanza, desde el laconismo de una simple línea hasta la profusión de versos, desde el ditirambo patriótico hasta la gratitud filantrópica. Somos bien conscientes de que este rico registro de los usos funerarios, sus discursos, y sus estéticas asociadas ofrece, todavía, un campo de investigación con escaso desarrollo. Falta entre nosotros una “Monumenta epigráfica” argentina. Quizá la habrá, algún día.

Entre la inmensa profusión de textos epigráficos y motivos iconográficos, hallamos una rareza en el Cementerio de la Recoleta. Se trata de una placa cuyo contenido textual e iconográfico podríamos catalogar como “patrimonialista”. La pieza se halla adosada a la parte posterior de la bóveda de Tomás Santa Coloma y tributa un homenaje póstumo a su hijo, Federico Santa Coloma Brandsen, a dos años de su fallecimiento. Dice:

“Consagró su vida a la rememoración y conservación del pasado. Fue entusiasta gestor de la Ley 11688 que declaró monumento nacional al Cabildo de Buenos Aires. Comisión de homenaje a Federico Santa Coloma Brandsen. Octubre 28 de 1878- junio 29 de 1939.

Junio 29 de 1941”.

La placa fue realizada por la casa Gotuzzo y Piana. Un medallón, en el ángulo superior izquierdo, trae la efigie del homenajeado, sostenida entre el follaje de un frondoso roble. Como fondo del texto principal, se ha modelado un estupendo relieve del edificio del Cabildo de Buenos Aires, con su apariencia original, previa al cercenamiento de sus arquerías, y previa a la restauración cumplida por el Arq. Mario J. Buschiazzo. Es decir, el edificio luce su torre auténtica con su reloj (ni la torre postiza de Benoit ni la torre ajustada de Buschiazzo) y sus cinco arcos a cada lado del imafronte central, que, también, conserva el escudo nacional que aparece en la acuarela (1829) y el daguerrotipo (1852) de Carlos Enrique Pellegrini. Un sol de Mayo, con rayos rectos y flamígeros alternados asoma por detrás del ala derecha.

Como quedó dicho, la placa se orienta en un marcado sentido “patrimonialista”, al resaltar como atributo dominante del homenajeado, su consagración a la historia (en su doble aspecto rememorativo y conservativo) y su gestión a favor de la Ley 11688 que declaró al Cabildo porteño como monumento nacional en el año 1933, vale decir aún antes de la creación de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos.

Respecto de esta cuestión de la Ley 11688, vale la pena hacer alguna precisión, toda vez que dicha norma es comúnmente atribuida a la sola iniciativa del diputado Carlos Alberto Pueyrredon[1] y se omite a Santa Coloma Brandsen. En efecto, el 14 de setiembre de 1932, Pueyrredon presentó ante la Cámara de Diputados un proyecto de ley de cuatro artículos de fondo y uno de forma, declarando monumento nacional al Cabildo (con exclusión de los locales de sus fondos, sobre la Av. de Mayo, hoy restaurados y sede de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos) y propiciando su “restauración”. También se creaba, en la sede del Cabildo, una sección específica del Museo Histórico Nacional, con colecciones de la época colonial, invasiones inglesas, Revolución de Mayo e Independencia.

El texto del proyecto traía algunos defectos históricos y técnico- conceptuales. Por ejemplo, la “restauración” mencionada solo podía alcanzar a las salas capitulares pero no así a la torre, porque ya entonces había sido demolida y, en su caso, sólo cabía una reconstrucción[2]. Por otra parte, el acopio de colecciones museables que propiciaba el proyecto iba a ser más sistemáticamente organizado más tarde, cuando se creara el Museo del Cabildo y de la Revolución de Mayo en la sede del monumento, en noviembre de 1939.

El proyecto de Ley fue corregido, sancionado en ambas Cámaras, y promulgado por el Poder Ejecutivo en mayo de 1933. Pero subsiste el interrogante: ¿quién era Santa Coloma Brandsen? Al momento de gestarse y aprobarse la Ley 11.688 se desempeñaba como director del Museo Histórico Nacional. Curiosamente, su padre, don Tomás Santa Coloma (cuyo nombre ostenta la bóveda en la Recoleta), a la sazón presidente del Club Gimnasia y Esgrima, había dirigido en 1891 una nota al Consejo Deliberante, a favor de la conservación del Cabildo. Consecuencia de esta presentación fue la integración de una Comisión a la cual se le encomendó el estudio y la resolución de la conservación y restauración de la Sala de Audiencias del Cabildo. La componían Bartolomé Mitre, Andrés Lamas, Francisco P. Moreno, Fermín Rodríguez y el mismo Tomás Santa Coloma. Pero una enfermedad de Mitre y la muerte de Lamas causaron la disolución de la Comisión[3].

Federico Santa Coloma Brandsen fue quien salvó al histórico Cabildo de una inminente demolición resuelta en 1932 por la Municipalidad, para levantar en su terreno una nueva construcción. Santa Coloma, al frente del Museo Histórico Nacional, como antes señalamos, tomó la iniciativa y desplegó una intensa campaña de prensa y de opinión, visitó diarios e instituciones académicas y culturales, logró audiencias con el intendente Romulo Naón, con el Ministro de Educación, con el presidente Justo, con legisladores... Hasta llevó un escrupuloso “diario”, anotando estas gestiones. El historiador Enrique De Gandía, como justiciero homenaje, relató en detalle, la “batalla por el Cabildo[4] de este patriota, cuya acción fue “incansable y llena de fervor” y despertó un inusitado sentimiento patriótico en Buenos Aires y también en el interior. No sólo detuvo la demolición del edificio movilizando a la opinión pública, y a los especialistas, sino que organizó el necesario “lobby” parlamentario para la aprobación del proyecto del diputado Pueyrredon, incluso cuando éste debió ausentarse en viaje a Europa.

Quizá Santa Coloma debió ocupar un asiento en el primer cuerpo colegiado de la Comisión Nacional de Monumentos, en 1938, pero todo indica que su salud no era robusta para entonces. Falleció el 29 de junio de 1939.

En suma, la memoria funeraria rescata, a través del texto epigráfico y su iconográfia asociada, a uno de los pioneros de la disciplina patrimonialista en la Argentina, cuyo reconocimiento aún no alcanza la medida de su mérito en los anales de la preservación monumental.



[1] Vide, por ejemplo, discurso del Dr. Ricardo Levene en la inauguración de las Salas Capitulares ya restauradas, 11 de noviembre de 1939 (Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, “Restauración de las Salas Capitulares”, Buenos Aires, Imprenta de la Universidad, 1940 pág 12).
En igual sentido, una nota relativa a “La obra de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos”, preparada por Mario J. Buschiazzo (“La Prensa”, 3 de noviembre de 1968), omite por completo la iniciativa de Santa Coloma de Brandsen.
[2] cfr. Julián A. Vilardi, “El Cabildo de la Ciudad de Buenos Aires”. Buenos Aires, edición del autor, 1949, pág 58.
[3] cfr. Julián A. Vilardi, ob.cit., págs 15 a 18.
[4] cfr. Enrique De Gandía, “Federico Santa Coloma y la Batalla por el Cabildo”, en Boletín del Museo Social Argentino, Año XLIX, Entrega 351, abril-mayo-junio 1972, págs. 193-204.